VISITAS A MI INFIERNO

martes, 31 de enero de 2012

EL DIABLO COJUELO OS HACE SABER: LAS COSAS QUE SUELEN HACER LAS MUJERES Y QUE LOS HOMBRES NO SOPORTAN.


Gastar dinero comprando tonterias en la tienda de los veinte duros - Fingir que les duele la cabeza cuando vamos calientes - Enfadarse cuando ellas van calientes y a nosotros no nos da la gana de hacerles ni puto caso - Acusarnos de machistas - Hablar por teléfono - Hablar mucho por teléfono - Hablar muchísimo por teléfono - No parar de hablar por teléfono - Hablar horas y horas por teléfono - Hablar sin teléfono - Hablar por hablar - Hablar incluso sin interlocutor aparente - Criticar nuestro modo de conducir - Criticar al vecino - Criticar a las vecinas - Criticar al primo del cuñado del hermano de la vecina de abajo - Criticar a sus amigas - Criticar a tus amigos - Criticar al obispo - Quedarse con la casa - Quedarse con el coche - Quedarse con los niños - Quedarse con tus tarjetas de crédito - Y, si te descuidas, quedarse hasta con tus calzoncillos - Ponerse cremas, maquillajes, y demás porquerías apestosas, en la cara - Llevarte la contraria - Pensar por su cuenta (no suelen hacerlo a menudo, pero cuando lo hacen pueden ser peligrosas) - Enviarnos a la tienda a comprar tampones - Hacernos preguntas comprometedoras ("crees que estoy gorda?", "esa rubia de allí, crees que es más atractiva que yo?", etc.) - Arrastrarnos al cine a ver bodrios como "Los puentes de Madison", "Nothing Hill" y similares - Llegar tarde - Llegar muy tarde - Llegar tardísimo - Si no tienen carnet, hecernos hacer de taxistas - Si tienen carnet, ir de listas y creer que lo pueden hacer mejor que nosotros (sobre todo aparcar) - Cambiar de opinión cada 5 minutos (o cada 2 cubatas, que aunque en este caso no sea premeditado, cambian de opinión igual) - Llevarse 14 maletas para pasar un fin de semana en la montaña (19 si es en la playa) - Limpiarlo todo cada vez que viene una visita - Comprar algo en las rebajas que "no sirve para nada, pero es que era tan barato..." - Acicalarse durante más de 2 horas en el lavabo - Ir al lavabo en grupo (en realidad no es que sea insoportable, pero no deja de ser intrigante) - Espiar, monitorizar, registrar, marujear y cotorrear sobre la vida de todos los vecinos, parientes, amigos, conocidos y famosos - Llevarnos a desperdiciar un magnífico domimgo comprando en el Mercadona - Llevarnos de visita a casa de sus padres. ((((((((( GENIAL )))))))


lunes, 30 de enero de 2012

CITA DEL APOSTOL LUCAS, RECOMENDACIÓN DEL DIABLO COJUELO




"[...] Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman."

Lucas 6, 27-32


Ya sabéis: mucho amor y cariño a vuestra chica, folladla bien, y llenadla bien de vuestra preciada leche: a ellas les gusta mucho sentir dentro de su coño vuestra caliente leche:




viernes, 20 de enero de 2012

EL DIABLO COJUELO RECOMIENDA : Técnicas de masturbación femenina


Para aquellas guapas y hermosas pecadoras ansiosas de pajeraros, el Diablo Cojuelo os recomienda ese vídeo sobre masturbación femenina, realizado por tres alumnas de Grado de Enfermería de la Universidad Rey Juan Carlos. 2011. Espero que os guste y….¡a pecar, que quiero que me vendáis vuestra alma!. Besos y lamidas en vuestras grutas mojadas.

domingo, 1 de enero de 2012

CUANDO EL REPROCHE LLEGA CON VENENO. CONSEJOS DEL DIABLO COJUELO.



Recibir una herida puede hundirnos en el desaliento. Hay personas que tienen una especial habilidad para herir de palabra a sus familiares, conocidos o compañeros de trabajo. Con ironías mordaces saben dirigir sus reproches hacia nosotros con puntería y precisión que llegan a fondo. Nos recuerdan un error del pasado, ponen ante nuestros ojos lo que hicimos o dejamos de hacer, denuncian nuestras actitudes (verdaderas o supuestas), buscan la palabra y el gesto más venenoso para humillarnos y, como a veces dicen, para ponernos en nuestro lugar.

Cuando llega el momento de sufrir por las embestidas de esas personas, surgen en nosotros sentimientos de defensa o deseos de revancha. Quisiéramos, en ocasiones, responder a la dureza con dureza, echar en cara a nuestro interlocutor los errores que también él ha cometido. Otras veces buscamos una defensa decidida, formulamos justificaciones más o menos buenas. No falta quien desea una fuga rápida: es difícil enfrentarse con quien una y otra vez nos ha humillado.

Si miramos ese tipo de situaciones desde otra perspectiva, podríamos aprovechar reproches envenenados para crecer en paciencia, humildad, comprensión, espíritu de perdón. Quizá nuestro interlocutor vive una situación difícil, y ha encontrado en mí una víctima en la que volcar sus penas (no de la mejor manera, pero así ocurrieron los hechos). O tal vez busca mi bien, aunque le falte habilidad para decir las cosas con cariño. Es posible que no perciba mínimamente el daño que produce en mi sensibilidad: hay corazones que han perdido la capacidad de medir sus actos, con o sin culpa: dejemos el juicio a Dios.

A quien sufre intensamente este tipo de situaciones queda la posibilidad de responder al mal con el bien, de preguntarse sinceramente para ver si no ha habido ocasiones en las que uno mismo ha caído en este tipo de actitudes agresivas hacia otros.

Recibir una herida puede llegar a ser, por desgracia, motivo para hundirse en el desaliento. Pero puede, si abrimos los ojos a la esperanza y descubrimos que Dios pide paciencia a sus hijos, convertirse en motivo para avanzar hacia la comprensión y el perdón.

Cada uno afronta este tipo de situaciones desde la propia libertad. Aprender a hacerlo bien nos permitirá vivir con mayor paz, llevará a una curación más rápida (aunque permanezca dentro un dolor que no acaba de apagarse). Seremos entonces capaces de medir bien nuestras palabras para llenarlas con la bondad y la dulzura que quisiéramos también fuesen usadas con nosotros